Cuando a mediados del siglo XX Pedro Beltrán llevaba a cabo el saneamiento de la economía peruana después del desastroso gobierno de Bustamante y Rivero (con el Ministerio de Hacienda capturado por el Apra), se creó un personaje que marcará a generaciones.

Si en Argentina el dictador populista Juan Domingo Perón recreó la figura del “descamisado”, entre nosotros el igualmente antiliberal Víctor Raúl Haya de la Torre divulgó con gran eficacia el mote del “cholo barato”. En ambos el mensaje era claro: la venta libre de la mano de obra convertía al trabajador en un esclavo de los capitalistas. En términos de un profesor de una prestigiosa escuela de negocios local, he ahí una política que no es solo un mecanismo autodestructivo que mantiene nuestro país en el subdesarrollo y que hace las brechas sociales cada día más grandes. Es algo mucho peor que eso. A su entender, ese algo más no es otro que el “sádico placer” (sic) de unos “jefes/jefas” que disfrutan descargando sus frustraciones contra sus subordinados (Vid. Luis Felipe Calderón Moncloa, «La ideología del "cholo barato"» ).

Sin duda los mencionados líderes tercermundistas y el profesor de ESAN consideran que estamos ante una deshumanización de la persona humana si es que el trabajo es tenido como una mercancía (la posibilidad de venderse en el mercado). Según este parecer, el progreso de un país no puede sustentarse solamente en la fuerza del mercado.

Ellos preferían una vía diferente. ¿Acaso como la del trato que reciben los conscriptos en el ejército? Por lo pronto, en su momento el presidente Humala se sinceró: no hay plata para darle sueldo mínimo a soldados. Ello lo expresó ante la exigencia ciudadana de eliminar las levas en medio de un contexto social donde los jóvenes sin estudios superiores (ni universitarios ni técnicos) tienen mayores posibilidades de acceder a un empleo. Siendo que en esas mayores posibilidades está inserta la posibilidad de elegir con quién trabajar (obviamente, el que les pague más).

Como vemos, enormes son las distancias entre el “cholo barato” de las economías privadas y el de la política estatal. El auge de Alemania y Japón luego del fin de la II Guerra Mundial se debió precisamente a que aplicaron la primera de las alternativas. Siguiendo ese derrotero, otras naciones se encaminaron por esa vía de desarrollo. Así es, cuando el discurso en contra del “cholo barato” sonaba cada vez con mayor fuerza en el Perú, en varios puntos del planeta (especialmente en su sudeste asiático) muchas economías antes marginales comenzaron a despuntar aprovechando la presencia de mano de obra barata.

Estamos ante un factor que no sólo transformará para bien el hasta entonces triste presente de las naciones directamente involucradas, sino que también coadyuvará a que otros países sean generosamente “afectados”. El impacto de las economías en constante crecimiento llegó a absorber el total de la masa laboral disponible dentro de sus fronteras. Para seguir creciendo tuvieron que comprar en el exterior los respectivos equivalentes de nuestros “cholos baratos”.

Entre nosotros, hasta el presente la legislación niega la posibilidad de comprar y vender libremente capacidad de trabajo. Por ende, se les niega especialmente a los más pobres una preciosa oportunidad para capitalizarse. Tal es como millones de peruanos son legalmente impedidos de beneficiarse directamente del progreso que arrojan las cifras.