En un extenso texto presuntamente crítico de un ensayo de mi autoría sobre Eudocio Ravines , el dramaturgo y escritor Rafael Dumett refiere que soslayo en mi trabajo un hecho relevante en la vida del político anticomunista peruano: su condición de espía de la CIA.

Y digo “presuntamente crítico” por la sencilla razón de que Dumett ve “problemas” que a mi modesto modo de ver no lo son. Decir que el “problema” de mi ensayo está en haberme limitado a repetir la información aparecida en el libro El Deportado de Federico Prieto Celi y La Gran Estafa del propio biografiado es querer buscar defectos en la parte equivocada.

Esa acusación es extraña. Prieto Celi es no sólo quizá uno de los periodistas más informados de la historia política del siglo XX peruano, siendo que buena parte de lo que ha registrado en sus libros los ha bebido como testigo presencial. Así pues, su breve biografía sobre Ravines no es sólo un eco de lo escrito por el propio Eudocio en La Gran Estafa, sino que también parte de las vivencias de Prieto con su personaje cuando estuvo a su mando en el diario La Prensa.

Con relación al libro autobiográfico de Ravines, sugerir que es una fuente limitada es por demás risible. Lo relevante de esa publicación es su mensaje político, mensaje que coloca a su autor en un nivel superlativo de seres desengañados por una promesa de justicia social que sólo supo de injusticias (crímenes, inmoralidad y pobreza). Por ende, la denuncia y conversión de Ravines está al nivel de las denuncias y conversiones de “traidores” a la causa comunista de escritores de la talla Koestler y Orwell (entre muchos otros).

Ciertamente mi ensayo está repleto de equívocos, pero decir que es un “problema” basarse en las dos principales fuentes de información de la vida de Ravines es por demás curioso. Y lo es en la medida que mi principal intención es la de dar a conocer a un pensador tan importante como desconocido. Al fin y al cabo, ese es mi tema de estudio: las ideas políticas. Por ello, lo que busco es resaltar un discurso que a diferencia al de Haya de la Torre, José Carlos Mariátegui (¿ambos “presuntamente” financiados por la III Internacional), Víctor Andrés Belaúnde y José de la Riva Agüero, anheló un país regido tanto por la democracia liberal y el capitalismo.

¿El que Ravines haya tenido relaciones con la CIA descalifica su obra? A lo largo de su exposición, Dumett intenta abundar en el tema. Lo intenta. Pero sólo queda en eso, en un intento. No lo puede demostrar. Es decir, me acusa de soslayar o poner como poca cosa algo que él mismo no puede probar. Así, lo único que realmente se sabe a cabalidad es que Ravines fue durante la primera parte de su vida un agente de Moscú. Y hasta donde se ha visto, nadie se desgañita ni descalifica a Ravines por ese oficio ejercido durante su periodo “bolchevique”.

Por último, ¿cómo demuestra Dumett su imputación de que Ravines es sospechoso de haber participado en “por lo menos” tres golpes de estado en el Perú y de uno más en el extranjero? Como Dumett dice sobre mí, es cuestión tomarse el trabajo de contrastar y (digo yo) citar la fuente.

P.D. Otro error de Dumett (quizá el más grave) es el regalarme la dirección del Diario Altavoz.pe. Felizmente dicha publicación está en mejores manos, en Mijail Garrido-Lecca. Quien esto escribe sólo es un humilde colaborador.