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Los absolutos regulados

Publicado: 2014-01-16

Esto viene a colación de la categórica afirmación del doctor César Landa (expresidente del Tribunal Constitucional), respecto a su parecer de que las libertades no son absolutas.

A lo largo del siglo XX personajes como Vladimir Nabokov, Henry Miller y Jean Genet (entre muchos otros) se enteraron de qué se trataba el no ser absolutamente libres. Con ellos, la opinión pública occidental también llegó a saber del asunto. Al enterarse de que publicar no era un tema tan simple (como se suponía en un país libre), los ciudadanos de los Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña supieron que sus derechos nada tenían que ver con las libertades.

Las advertencias de pensadores como John Milton (con su contundente Aeropagita, un pequeño monumento a la libertad de prensa) habían sido suprimidas para evitar que el que más se embriague con sus libertades absolutas. Como el doctor Landa, los políticos y magistrados de las viejas democracias liberales habían decidido aggiornarse a los nuevos ideales. Desde esa hora las otrora democracias liberales pasaron a ser democracias no precisamente liberales.

Tal es la causa de por qué los autores antes indicados tuvieron problemas para publicar sus obras. Obviamente sus libertades colisionaban con el derecho. En su afán de no dar cabida a excesos (técnicamente, libertinajes), el “mundo libre” no tuvo reparos en negarse a sí mismo. Ciertamente una paradoja si anotamos que ese “mundo libre” había derrotado al totalitarismo nacional-socialista a la vez que reivindicaba su decorado demo-liberal frente al por entonces muy activo comunismo soviético.

A diferencia de las generaciones inmediatamente anteriores, el hombre de mediados del siglo XX tenía sus libertades reguladas por la legislación (aquello que ahora se llama “derecho”). El “primer mundo” se percató de ese detalle a través de los señalados vetos literarios, generándose en el acto una fuerte corriente de opinión para abrogarlos. Como consecuencia de ello, la Suprema Corte de los Estados Unidos desempolvó la Primera Enmienda de su Constitución (la que establecía que la libertad de palabra o de prensa no podía ser suprimida por ninguna ley).

Empero, tanto esas reacciones ciudadanas como esas reivindicaciones judiciales fueron rápidamente olvidadas. Luego de la euforia, la normalidad. Y la normalidad en ese instante ya no se entendía sin la negación a las libertades fundamentales. He aquí el espejo donde el resto del mundo (los eufemísticamente denominados “países en vías de desarrollo”) habrá de mirarse para legislar sobre la materia.

Sin necesidad de retroceder en el tiempo más que unos días, en Francia un humorista de origen camerunés (Dieudonné M’bala M’bala) ha sido impedido de dar un espectáculo. El motivo: su postura antijudía. Su libertad a expresarse no es superior al derecho que consagra que no hay libertad para los que incitan al odio. Habrá de intuir que en Francia sólo hay derecho para hablar de paz y amor o simplemente callar. Quien odia carece del derecho de verbalizarlo, sea oralmente o por escrito (en Youtube los videos del humorista Dieudonné tiene más de 2 millones de visitas). Como se ve, la legalidad antiliberal del país que vetó a Nabokov, a Miller y a Genet sigue intacta.

Por los años en que Lolita estaba impedida de circular, Nabokov fue invitado a disertar en el King’s College de Cambridge. El título de su ponencia fue Los grandes novelistas rusos del XIX y la policía. Al terminar, preguntó a los asistentes: ¿Alguien ha oído hablar de Pushkin, Lermontov y Chéjov? De seguro, los rumores y risas inundaron la sala. Ya sólo risas debió haber causado cuando inmediatamente inquirió: ¿Quién conoce el nombre de alguien en la prefectura de policía de Petersburgo?

Lamentablemente, entre nosotros el parecer del doctor Landa no es para reír.


Escrito por

Paul Laurent

Ensayista. Autor de los libros \"Summa ácrata. Ensayo sobre la justicia y el individuo\" (2005), \"La política sobre el derecho\" (2005), \"Teología y política absolutista en la génesis del derecho moderno\" (2005) y \"El misterio de un liberal. El extraño sen


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Odiseo en tierra

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